Después del entrenamiento del grupo de porristas la interesante charla sobre la 82va. entrega del Oscar capta la completa atención de Clarisa Brigh, hasta que se percata de la presencia en media cancha de Duque que guiado por Eliazar se dirige hacia ella apartándola de la conversación, se trata de un imponente perro bóxer que atemoriza a todas las chicas a excepción de Clarisa que corre a acariciarlo.
Eliazar saldrá de la ciudad con su familia y nadie quiso cuidar a Duque por el temor que causa su apariencia pero como es costumbre, Clarisa Brigh, la chica más simpática de su clase se ofreció a cuidarlo sin siquiera conocerlo, lo que es perfecto porque es muy sabido que ella ama a los animales por lo que tiene la certeza de que lo cuidará bien, además vive sola y así no molestará a otras personas. Después de darle las indicaciones sobre el cuidado de su perro y una bolsa de croquetas se despide y se marcha tranquilamente sin imaginarse lo que el perro significará en la vida de la chica.
Clarisa camina a su casa que se encuentra a un par de calles de la cancha pero antes llega al acuario de la esquina para comprarle el alimento a Fita, su coneja, ya en casa se dispone a alimentar a los animales cuando sus clientes empiezan a tocar el timbre a pesar de que todavía no es la hora en la que acostumbra comenzar su labor, se apresura y sale a la cochera, donde tiene ubicada su pequeña estética. Cuatro horas después, cuando ya ha aplicado un par de tintes, hecho pedicura, cortado el pelo y participado en las conversaciones triviales de las vecinas de por ahí, limpia su lugar de trabajo y siguiendo su rutina de diario entra a su casa con el fin de terminar su día con una buena taza de café.
Aun tiene el aroma de los químicos del tinte y la acetona impregnados en su ropa cuando tropieza casi en la puerta con la jaula vacía de Fita al tiempo que escucha gruñidos que parecen provenir de la sala, camina lentamente hacia allá y sus pasos se detienen cuando encuentra a Duque en medio de un charco de sangre destrozando el cadáver del conejo ferozmente, sin fijarse había dejado la jaula abierta, el perro huye al percatar su presencia mientras ella se queda paralizada al ver la sangre que detona una ráfaga de imágenes en su mente, son recuerdos de su infancia, recuerdos de un asesinato que al parecer había omitido de su memoria, aterrada se oculta en su closet y llama desde su celular a Gisela, su mejor amiga, le pide que acuda en su auxilio.
Desconcertada por la llamada, Gisela llega a la casa y se aterroriza al encontrar sangre en el piso, teme por la vida de su amiga hasta que la encuentra oculta con el miedo reflejado en sus ojos verdes y casi sin poder pronunciar palabra, después de unos minutos comienza a relatarle a grandes rasgos lo ocurrido con los animales, la suspicaz chica la deja sola un momento para limpiar los desastres que hizo Duque mientras piensa en el absurdo comportamiento de su amiga por la muerte de un simple conejo, desconociendo lo que pasa por la mente de Clarisa; después de que ésta se ha tomado un té y parece estar más calmada, Gisela se siente tranquila al dejarla.
Pero Clarisa no está del todo bien, sentada en su cama y viendo fijamente al espejo pasan por su mente una y otra vez los recuerdos de aquel terrible homicidio, mira en repetidas ocasiones la sangre de esa joven que corre por su cuello y termina en el piso, como la vida abandona sus pupilas, incluso no puede olvidar ese gesto de satisfacción del asesino, ese gesto cuando torcía la boca mientras cubría el cuerpo de paja, en sus pensamientos veía las horribles botas burdas de aquel asesino y el cuchillo, aquel que uso como instrumento de muerte, lo mucho que corrió hacia el ropero de su abuela para ocultarse cuando vio que aquel insensible sujeto encendía el fosforo que ocultaría sus crueles actos, pero en especial ese gesto, ese gesto que dejaba al descubierto su locura era lo que no podía olvidar, sentía una sensación extraña en el estomago, no sabía cómo es que pudo suprimir esos recuerdos de su mente por tanto tiempo.
En eso estaba cuando advirtió una silueta en el espejo y al voltear el pánico se apodero de ella al ver al tipo rudo con su gesto de locura y sus deseos de matar, pero esta vez no se queda paralizada, huye por la ventana y en su viejo bocho lila se dirige a casa de Gisela, a medio camino una camioneta le sale al paso y la empieza a envestir, es el asesino que trata de detenerla pero ella acelera y llega a casa de Gisela, corre directo al closet y se oculta, el homicida entra buscándola y se encuentra con Gisela que no sabía lo que estaba ocurriendo, descarga toda su furia contra ella y la asesina de la misma forma como lo hizo con su primera víctima mientras Clarisa observa todo desde el closet.
Esa noche los bomberos recibieron una alerta de incendio pero encontraron entre las llamas el cadáver de una mujer y a una chica semiconsciente en el closet, todo parecía indicar que alguien se quedo dormida con un cigarrillo en la mano y que su amiga intento ayudarla pero llego cuando ya era demasiado tarde. Por la mente de nadie paso el que esos hechos pudieron ser planeados y ejecutados intencionalmente, menos por la policía de la ciudad que se caracterizaba más bien por la pericia en las averiguaciones.
Es impresionante la manera en que la vida de una persona se altera completamente en tan poco tiempo, Clarisa no volvió a ser la misma y no tuvo el valor de contarle a alguien lo que realmente ocurrió esa noche, no tenía prueba alguna y temía empeorar su situación, el temor se apodero de su vida y dejo a un lado sus actividades para enclaustrarse en su casa, dejo de comer y de ocuparse de su arreglo, tapo con tablas todas las ventanas y aseguro muy bien la entrada a la casa, incluso no dormía por el temor de que el individuo de sus recuerdos la sorprendiera mientras dormía, pasaba las noches en un rincón contemplando la llama de una vela que alumbraba la habitación, mientras ella seguía viendo en su mente los despiadados homicidios, la casa se convertía día a día en un completo desorden, Duque era el único que mostraba actividad, llevaba días sin ser alimentado y encontraba su comida vaciando las alacenas.
Todo cambia una semana después, cuando inesperablemente alguien toca a la puerta, Clarisa se oculta pero abre cuando escucha la voz de Eliazar que va por el perro, al ver la reacción que tiene al verla Clarisa se da cuenta de que no puede seguir con esa situación así que lo primero que hace es contestar a las llamadas de sus padres, quienes la ayudan a seguir adelante, le brindan apoyo económico, la convencen de ir con un psicólogo para salir de, lo que creen que es, la depresión causada por la muerte de Gisela, este le receta antidepresivos que le ayudan a estar más tranquila.
Pasan algunos meses y la vida de Clarisa parece retomar su curso, vuelve a trabajar en su estética, asiste de nuevo cada domingo a misa y ya no recibe la ayuda de sus padres, piensa retomar sus estudios muy pronto y los sangrientos recuerdos son cada vez más distantes, una noche recibe la llamada de su madre, todo parece estar bien, esta contándole sobre sus próximos planes cuando por el teléfono empieza a escuchar a sus padres gritando, al parecer están siendo atacados, lo primero que viene a su mente es el gesto de aquel hombre, avienta el teléfono y sale con rapidez hacia la casa de sus padres.
Al entrar ve a sus padres con la yugular destrozada y al asesino esparciendo gasolina de espaldas, al verla éste se dirige a ella con la intención de matarla pero Clarisa no le tiene miedo, su temor se ha convertido en un inmenso odio e ira y lo recibe con un sorpresivo ataque, lo golpea con uno de los palos de golf que tenía su padre junto a la puerta, el cual le da ventaja por la extensión, comienza una lucha que sin percatarse va a dar a la calle, ella, herida por algunos rosones del cuchillo y el, con múltiples golpes y patadas en todo el cuerpo, cuando parece que Clarisa ya no tiene fuerzas y el homicida se dirige a ella seguro de que la matará, toma un último aliento y lo golpea en la cabeza, lo tiene tirado en la orilla de la carretera y lo va a golpear por segunda vez cuando aparece repentinamente un autobús que la atropella haciéndola volar por los aires.
Un mes después cuando despierta del coma que le produjo el accidente y ve a un policía dormido en una silla al lado de su cama se siente segura por primera vez en mucho tiempo, pero poco le dura dicha felicidad, en frente de su cama ve al asesino de su recuerdos, sus gritos despiertan al oficial pero antes de que éste saque su arma el sujeto de las botas burdas le corta la yugular, ella en su desesperación salta por la ventana sin antes percatarse de que se encontraba en el quinto piso del hospital.
Los últimos minutos de su existencia, rodeada de enfermeras que tratan de salvarle la vida Clarisa ve una gran mancha escarlata que se esparce por el piso, mancha en la cual ve pasar sus recuerdos desde el día en que Duque mató a Fita, y no saben lo que descubrió en ese momento, algo que nunca hubiera imaginado.
Aquella figura que vio por el espejo aquella noche no era del asesino, era ella quien hacia el gesto del homicida, su amiga en realidad si murió por su culpa, pero no la mato un hombre, la mato ella; cuando su madre fue atacada no hablaba con ella, realmente hablaba con una amiga cuando llego Clarisa y la atacó por la espalda, su muerte fue rápida, fue su padre quien realmente sufrió al ver que su hija trataba de provocarle la muerte; si la atropello el camión pero no mientras luchaba por su vida, fue cuando se dirigía por los fósforos a su bocho estacionado al otro lado de la calle; el policía no estaba ahí para protegerla sino para cuidar que no escapara cuando despertara, pero ella lo mató, no con un cuchillo, lo hizo con un bisturí que encontró en el área de enfermeras, el policía ni siquiera intento sacar su arma porque realmente no hubo un grito que lo despertara; lo que realmente estaba frente a la cama no era el asesino de los recuerdos reprimidos de Clarisa, lo que estaba enfrente de su cama era un gran espejo ovalado.
Clarisa si fue testigo de un asesinato en su infancia, pero lo demás fue fabricado por su torcida neurosis, antes de morir afirman las enfermeras que el rostro de Clarisa sufrió una transformación, su mirada reflejaba locura e hizo una extraña mueca, como si torciera la boca, murió no sin antes ver sus verdaderos recuerdos en su propia sangre, recuerdos teñidos de rojo, recuerdos de los rostros de sus seres queridos que no tuvieron oportunidad de defenderse, que nunca imaginaron que algo así pasaría... Recuerdos escarlata.
La mañana siguiente los diarios de la ciudad tenían un encabezado escalofriante: “ASESINA EN SERIE COMETE SU ÚLTIMO HOMICIDIO: TERMINA CON SU VIDA”.
Por Grise Ruiz